Tras varios años apartado del cine, la vuelta de Jim Carrey tenía que llegar a lo grande y con un proyecto tan único como Kidding.
Hace ya mucho tiempo que Carrey abandonó su papel de «American Sweetheart» y empezó a hablar de lo que realmente le importaba. En los últimos cuatro años había realizado tan solo dos proyectos cinematográficos y se dedicaba (casi) exclusivamente a la pintura.
Pero todo cambió cuando recibió la llamada de su amigo Michel Gondry (Eternal Sunshine of a Spotless Mind) con un proyecto más que interesante: Kidding.
Junto al guionista Dave Holstein (Weeds), Carrey y Gondry hacen un equipo cuyo único producto podía resultar en esta deliciosa comedia.
La historia se centra en Jeff Pickles, la estrella de un programa infantil (Jim Carrey), y su lucha para superar (a su manera) la muerte de uno de sus hijos. Su actuación, como no podía ser de otra forma, es sublime y añade un mar de sentimientos a cada escena.
Los personajes secundarios están muy bien logrados, siendo su padre (Frank Langella) y su hermana (Catherine Keener) los más destacables. La química entre ellos no podría ser mejor.
Aunque la trama parezca dramática, Kidding está repleta de bromas ácidas, perfectamente escritas por Holstein y maravillosamente llevadas a cabo por Carrey.
La estética, como en todas las películas y videoclips de Michel Gondry, es única y muy personal.
Aunque la serie ha sido alabada por la crítica, Kidding ha tardado en cuajar en el público americano, pero se ha convertido en una de las series del momento, siendo renovada para una segunda temporada que verá la luz el año que viene.
Sin duda alguna, una obra cumbre del 2018, que nos recuerda por qué hoy en día lo mejor se hace en la pequeña pantalla: libertad de creatividad y tiempo para desarrollar los personajes.