Pues la noche es oscura y alberga spoilers

El patrón es el patrón: análisis con SPOILERS de MANIAC

Maniac: del inglés, «maníaco (-a)», «fanático (-a)», «loco (-a)». Que no tiene equilibrio mental. Que padece manía.

Manía: 

  1. f. Preocupación caprichosa y a veces extravagante por un tema o cosa determinados.

  2. f. Afición exagerada por alguien o algo.

  3. f. Psiquiatr, Síndrome o cuadro clínico, por lo general episódico, caracterizado por la excitación psicomotriz derivada de una exaltación de consciencia de sí mismo.

MANIAC I: (por sus siglas en inglés Mathematical Analyzer, Numerical Integrator, and Computer o Mathematical Analyzer, Numerator, Integrator and Computer) fue una de las primeras computadoras, programada por la pionera de la programación Klara Dan von Neumann y construida bajo la dirección de Nicholas Metropolis en el Laboratorio Nacional de Los Álamos. Como todas las computadoras de su época, era una máquina única en su género que no permitía intercambiar programas con otras computadoras (ni con otras máquinas IAS). MANIAC operó con éxito en marzo de 1952. Siendo reemplazada por la máquina MANIAC II en 1957

 

El matemático John von Neumann con MANIAC I en Princeton, New Jersey (1952)

 

«El patrón es el patrón» se repite como un mantra en tu oído interno tras ver los créditos finales con escena extra de la serie Maniac (o MANIAC, como aparece impreso en varios medios). No importa si te has aventurado en ella en versión maratón o como se come una ballena -un trozo de cada vez-: una sensación confusa y alienante albergará tu ser los instantes inmediatamente posteriores a su fin mientras intentas digerir las ideas de todo lo visionado, tal y como ocurre cuando te despiertas de un sueño. Un sueño que, aunque no puedes recordar en su totalidad, sabes que esconde algo diferente a los demás. ¿Cuál es su su significado? ¿Contiene una solución, una respuesta, un patrón aplicable a tu vida sin destino aparente? El mundo de los sueños, tan debatido por los especialistas y tantas veces adaptado a todas las pantallas y formatos, sigue y seguirá siendo la musa incansable del lienzo audiovisual. Pues qué es una película, una serie, un cortometraje, un vídeo musical, un anuncio sino la proyección de nuestras más añoradas fantasías oníricas. La «fábrica de los sueños», así llaman al universo del celuloide (ahora digital) y no se equivocan. Ni lo más mínimo.

 

Espen «P. A» Lervaag protagoniza la serie original noruega

 

En la búsqueda de un patrón, como en la práctica totalidad de las cosas, es necesario comenzar por el principio. Y el de la serie que nos ocupa se remonta a 2014, año en el que el escritor, actor y cómico noruego Espen «P.A» Lervaag participa en una producción tragicómica titulada Maniac en su país de origen, en la que el protagonista vive en dos realidades paralelas: en una, es un paciente de una institución mental; en la otra, vive diferentes aventuras fantásticas e hilarantes, de todos los géneros y épocas, donde él es el héroe y se imagina amado por todas las personas que conoce. La imaginación como única respuesta evasiva factible ante una realidad gélida, egocéntrica y apática.

 

 

Cuando Netflix anunció una nueva versión de esta serie, la primera sorpresa que recibimos fue que el director californiano Cary Joji Fukunaga, especialmente conocido por filmar toda la brillante primera temporada de True Detective, sería el encargado de rodar los 10 capítulos que la forman y cuya extraña duración individual oscila entre los 27 y los 47 minutos (créditos finales incluidos). Y la razón de que nos impacte su inclusión en una obra aparentemente luminosa reside en que asociamos su nombre a historias oscuras, deprimentes y desasosegantes; donde la atmósfera abrupta y excesivamente cruda representa una proyección de los sentimientos y visiones de sus personajes. Además del infierno forestal que encontramos en True Detective, debemos recordar que, anteriormente, su visión ya nos había aproximado a las penurias de los inmigrantes que tratan de cruzar la frontera en busca de una oportunidad en Sin nombre (2009) y también recreó a su manera el clásico dramático de Charlotte Brontë, Jane Eyre (2011), con unos excelentes Michael Fassbender y Mia Wasikowska. En 2015, ya convertido en premiado director, cooperó con Netflix para estrenar en su plataforma la más que recomendable película Beasts of No Nation, con Idris Elba (Luther, Thor) en el elenco. Su lente sin filtro captaba la desgarradora Ilíada de Agu, un niño soldado que intentaba sobrevivir a la guerra civil de un país africano y encontrar a su madre. En los últimos 3 años, Cary intentó desarrollar dos ambiciosos proyectos sin éxito. El primero, sueño de cualquier cinéfilo, consistía en llevar a la gran pantalla el guion de Napoleón de Stanley Kubrick, dado que este último jamás pudo hacerlo en vida. En cuanto al segundo, que abandonó en plena preproducción por diferencias creativas, terminó en manos de otro cineasta, Andy Muschietty (Mamá). Estamos hablando de la última versión de It (2017) que aunó positivamente a crítica y público. Actualmente se prepara la segunda parte con Jessica Chastain (La noche más oscura) y James McAvoy (Múltiple) en los roles principales. Antes de comprometerse con MANIAC, el cineasta produjo la irregular serie The Alienist (2018), protagonizada por Daniel BrühlDakota Fanning y Luke Evans.

 

Cary Joji Fukunaga con Emma Stone en el set de MANIAC

 

Fukunaga y el guionista Patrick Somerville (The Leftovers) no llevan a cabo un remake tal y como lo concebimos actualmente, sino que toman el título y la premisa de la original para elaborar un viaje surrealista más complejo, con mayor número de capas, mucho Philip K. Dick y la intención de estudiar la alienación a todos los niveles. En esta ocasión, la responsabilidad delante de las cámaras recae no en uno, sino en dos actores reconocidos por la industria: Jonah Hill (El Lobo de Wall Street) y la oscarizada Emma Stone (La La Land), que ya habían coincidido anteriormente en Supersalidos (Superbad, 2007).

 

Imagen promocional de MANIAC

 

En una introducción a lo Eduard Punset, que nos explica la importancia de las conexiones humanas desde el Big Bang hasta la aparición de la primera ameba y, por consiguiente, la vida (no como en El Árbol de la VidaThe Tree of Life, 2011– sino con un toque divertido en la narración, cercano al estilo que habita en películas como 500 días juntos 500 days of Summer-), queda marcado el engañoso tono de comedia indie en formato cinematográfico que impregnará la estética de la propuesta. El extravagante argumento nos sitúa en una Nueva York alternativa reconocida por su Estatua de la Extra Libertad y en la que puedes contratar amigos por horas, donde la tecnología es un elemento vintage, sucedáneo de la imaginación retro-futurista sci-fi de los años 80 (en algunos detalles, incluso de los 70): sin Apple, Microsoft, teléfonos móviles o internet, avatares mecánicos de peluche juegan al ajedrez en los parques, pequeños robots recogen las heces de los perros, las voces electrónicas distorsionadas suenan como en un programa de 8 bits y la televisión sigue siendo analógica. Algo que ya podíamos intuir en sus primeras promos, donde el logo del título se desliza en la pantalla como el del árbol de la productora Ladd Company al comienzo de Blade Runner (1982).

 

Owen Milgrim (Jonah Hill) y Annie Landsberg (Emma Stone)

 

Sus dos primeros capítulos, siguiendo una estructura muy habitual en series recientes, se centran más en presentar a los protagonistas y sus demonios internos que en el desarrollo de la trama en sí. Owen Milgrim (Hill), es un esquizofrénico paranoico, inseguro y deprimido que tiene como amigo imaginario a un «doppelgänger bueno» de su esquivo hermano, Jed Milgrim (Billy Magnussen) y que además cree ver patrones y mensajes ocultos en el entorno que le rodea. Una especie de mashup que integra al Sam Lowry de Brazil (1985), al Barry Egan de Embriagado de Amor (Punch-Drunk Love, 2002) y, en un porcentaje muy alto, al John Nash de Una Mente Maravillosa (A Beautiful Mind, 2001). Owen se encuentra ante un gran dilema moral, más difícil de resolver que el cubo de Rubik que tiene entre manos: ¿debe presentar o no una coartada falsa para salvar a su hermano real acusado de agresión sexual? Por su parte, Annie Landsberg (Stone), es una adicta a una extraña píldora en forma de A cuyo conflicto íntimo tampoco parece tener solución: la culpabilidad por el accidente de tráfico en el que perdió a su hermana y por no haberla tratado bien cuando estaba viva. Ambos comparten la sensación de no encajar en sus familias. Él no se siente incluido en la falsa perfección que destila la suya. A ella le acompaña la sensación de permanente abandono: el de su madre cuando era niña y el de su padre que se mantiene alejado de la realidad en una cápsula cuyo diseño haría las delicias de Akira Toriyama.

 

Emma Stone en una singular escena localizada en la actualidad alternativa

 

Annie y Owen se apuntan a un programa curativo experimental que usa los sueños de sus pacientes como materia prima para su terapia, pero no porque tengan intención de sanar su mente. Una lo hace para conseguir más pastillas y el otro porque cree que el patrón de su misión imaginaria le conduce hasta allí. El proceso consta de tres fases. En cada una de ellas hay que ingerir una pastilla en forma de letra -A, B, C- que les llevará a una serie de sueños inducidos con el objetivo de encontrar, estudiar y erradicar la causa del conflicto psicológico. En estado de trance, un enorme y luminoso ordenador similar al MANIAC I dotado de inteligencia artificial, llamado GRTA (con la voz de Sally Field), analiza y recoge los datos. Es aquí cuando descubrimos por qué Annie toma compulsivamente el primer comprimido. Su finalidad no es desconectar el dolor, su finalidad es rememorar el peor trauma sufrido no superado. Es la vía de reencuentro con su hermana y con el castigo que cree merecer: revivir el accidente de manera cíclica.

 

Los pacientes del experimento, en un plano que evoca a Desafío Total (Total Recall, 1990)

 

Todo se complica cuando el Dr. Muramoto (Rome Kanda), principal impulsor del proyecto y del cual la computadora está enamorada (sic), fallece por una sobredosis provocada por las propias pastillas del experimento y sume a GRTA en una depresión que desemboca en una avería por la cual los sueños de Owen y Annie colisionan entre sí. El primero de esos viajes ilusorios, situado en la propia década de los 80, confirma una de las sospechas: la serie es una carta de amor nostálgica al encanto atemporal de los diferentes elementos que adornaban aquellos maravillosos años: los neones, los sintetizadores, las hombreras, las permanentes, cierta ingenuidad, Dan Marino y, por supuesto, las películas VHS. No debemos olvidar que muchos de los creativos de nuestros días nacieron y/o se formaron en aquella década prodigiosa, por lo que es lógico encontrarla en otras producciones como Stranger Things, GLOW, The Americans o la próxima Deadly Class.

 

Emma Stone y Jonah Hill con esencia ochentera

 

Los sueños (también denominados «reflexiones» en una de las escenas) transmiten de manera fidedigna cómo nuestro subconsciente fotografía a individuos e instantes durante el estado de vigía para reformularlos y ofrecernos una historia surrealista paralela cuando dormimos. De todos modos, la continua intercalación de los mismos, cada uno de ellos con su propio argumento (y con un sentido del humor absurdo que no siempre funciona), conduce a una ralentización del ritmo en la que parece disminuir el interés y perdemos la noción de la idea principal. Aún así, es destacable la cantidad de géneros que estos incluyen: aventuras, acción, ciencia ficción, suspense, fantasía y noir; revelando la ilimitada cantidad de registros interpretativos que albergan Hill y Stone, manifestando una notable capacidad de adaptarse a cualquier tipo de relato sin inconveniente. Teniendo en cuenta las características descritas hasta el momento, nos podríamos encontrar con los nombres Charlie KaufmanSpike Jonze o Michel Gondry (ahora en Kidding con Jim Carrey) acompañando el crédito Directed by. Sí, es indudable el hecho de que no posee el vigor de los trabajos anteriores de Fukunaga, pero esto no quiere decir que no disfrutemos de algunos indicios únicos que definen su arte: las escenas dramáticas intensas, las entrevistas ante la cámara en plano medio o primer plano, la violencia (esa escena con el taladro) y, claro está, la inserción de un magnético plano secuencia (esta vez con trucos de montaje como en Birdman (2014) o Daredevil (2015-18) y el uso de CGI).

 

 

Mención aparte merece la presencia del Dr. James K. Mantleray (excelente Justin Theroux) y de la Dra. Azumi Fuyita (Sonoya Mizuno, en un personaje que enamoraría a David Lynch) atrapados en una carrera contrarreloj por «arreglar» a GRTA y salvar a sus pacientes de una posible catatonia. Para lograrlo, James debe hacer lo que más le duele: pedirle ayuda a su madre, la psiquiatra GRETA Mantleray (otra vez la siempre maravillosa Sally Field) ya que la personalidad del ordenador está basada en la de esta última y es la única que puede tratarlo (sic). Esta situación refuerza otro de los grandes temas del guion: los problemas paterno-filiales, las conexiones obligadas  que debemos mantener con nuestra familia por defecto -a pesar de mostrarse continuamente fallidas- y cómo marcan el progreso de nuestro ser. En uno de los sueños, Owen Milgrim reflexiona: «supuestamente nos deberían amar incondicionalmente, pero las familias tienen un montón de condiciones».

 

El Dr. James K. Mantleray (Justin Theroux) con GRTA (Sally Field)

 

En el tercer acto encontramos ciertas reminiscencias a otra gran obra del firmamento onírico, Origen (Inception, 2010). Además de incluir el concepto del ascensor, cuando Annie y Owen mantienen los encuentros definitivos con sus hermanos, se subraya la misma conclusión a la que Cobb (Leonardo Dicaprio) había llegado: la única manera de seguir adelante es perdonarse y soltar las amarras del pasado, de todos los seres queridos que en él habitan, y comenzar de cero. Finalmente, GRTA es desconectada y los dos protagonistas regresan a la realidad, donde Owen decide no vender una coartada falsa y Annie se reconcilia con su padre. El dúo decide mantenerse unido y se desvanece en el horizonte del trayecto en el que sucediera el accidente letal, después de recapacitar sobre el significado de la verdadera amistad. La verdadera enfermedad de la humanidad es la soledad. Desafortunadamente, la única cura válida es la conexión completa con otro ser humano, el final del arcoíris, dejándonos enganchados al placebo de la esperanza por conquistarlo algún día. En una ocasión, Owen declara: «Mi problema no es que esté enfermo, es que no importo».

 

Emma, Jonah y el cubo de Rubick, motivo visual metafórico recurrente a lo largo de sus 10 capítulos

 

Sentado en un banco del parque, donde los peluches mecánicos «limpian» a sus contrincantes y los TRISTAN 500 chocan contra mis zapatos en el proceso de desinfectar el ambiente, deslizo sin sentido las aristas, las esquinas y los centros de mi cubo de Rubick mientras me pregunto: ¿cuál es mi veredicto final? Creo que estamos ante un psico-drama que intenta adherir la denominación «de culto» a su título, a pesar de que todo resulte un tanto soft y demande una dosis de vehemencia. Los diálogos podrían ser más contundentes y elaborados y el exceso de sueños puede llegar a ser tedioso en ocasiones. Nada de esto importa lo suficiente. Las interpretaciones, la complejidad de las diferentes fantasías, las escenas dramáticas puntuales, la composición de sus planos (sugerente uso del color), la música y el tema central que reflexiona sobre la soledad, la inadaptación, las conexiones humanas como única vía de salvación y su desventura inherente, hacen de esta una de las mejores series del año por méritos propios. Parafraseando al hermano imaginario de Owen en una de las escenas del primer capítulo, esta «miniserie» (no disfrutará de una segunda temporada) tiene un «Je ne sais quoi» que provocará, con el tiempo, su revalorización. Observando los lados desiguales del cubo, pienso que, a lo mejor, la perfección no se encuentra en finalizar el puzle, sino en la miscelánea aleatoria de colores. Es posible que ya esté terminado. Ahí reside la belleza, en su distinción y extravagancia. O quizá prefiero creerlo así porque no soy capaz de resolverlo.

 

 

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5 comentarios

  1. Excelente análisis. Si bien es cierto que de inicio me resulto difícil (que lo es) sentí una enorme necesidad por continuar hasta el punto de convertirse en algo realmente adictivo (como las pastillas A,B,C).
    MANIAC es diferente, y como he comentado difícil, pero a la vez extraordinaria, un viaje inmersivo por la mente y un profundo sueño en busca de respuestas ante los traumas y conflictos que nos acechan, bajo una estética pop ochentera y humor, en ocasiones rozando lo bizarro.
    Todo esto mezclado con el drama en sí expuesto en la trama consigue un cocktail realmente hipnotizante
    Un psicoanálisis adictivo del cual una vez te implicas es imposible escapar.
    Emma Stone, Jonah Hill, y demás actores están increíbles en todos y cada uno de sus registros que son unos cuantos.
    “VER, COMPRENDER, CONCLUIR”.
    Una vez vista (he acabado hace escasos minutos) me siento en paz.

    1. Después de VER, COMPRENDER y CONCLUIR tu comentario, he de decir que me ha encantado. Estoy de acuerdo en su totalidad. ¡Muchas gracias por participar, JUANMA!