Por Gemma Ayats
Lo admito, no me gusta Big Little Lies.
No me gustó el piloto. Me aburrió el segundo, y el tercero me evocó al sueño. Llegados al ecuador, en el cuarto episodio, sigo sin tener claro el motivo de su éxito.
Está claro que no fijarse en las interpretaciones de esta serie, principalmente en el elenco femenino, es un pecado. La repelente Reese, la sufridora e hipócrita Kidman, la explosiva Woodley y la acomodada Laura Dern. Tienen todas, sin duda, una doble lectura, especialmente el papel de Celeste, quien poco a poco decide tomar cartas en su asunto.
Cold Little Heart, de Michael Kiwanuka, es sin duda una muy buena elección para el opening, curiosamente atractivo. Es una canción de las de pesen y vean, donde su letra se convierte en una breve sinospsis. Maybe this time I can be strong / But since I know who I am / I’m probably wrong / Maybe this time I can go far / But thinking about where I’ve been / Ain’t helping me start.[1]
Son mujeres desesperadas, a ratos, como las que conocimos, pero lejos de quedarse encerradas en Wisteria Lane, deciden dar un salto sin red. Aun así, sigo atascada en esta mitad.
Y sin todavía gustarme, creo que la narración es algo interesante, donde como espectadores, conocemos información de nuestros protagonistas gracias a los testigos interrogados.
¿Por qué creo que ha gustado tanto? Uno: porque vemos a actrices “de primera” juntas en una ficción episódica, y las series son cercanía. Dos: por cómo lo cuentan, más que lo que cuentan. Tres: porque todos tenemos algo que remediar, el factor empático creo que es un punto relevante de la serie. Cuatro: por que HBO es un buen aval.
No es que yo no tenga remedios que poner, pero creo que Big Little Lies es un retrato de una mujer distinta a mí, que acostumbro a no acertar en quinielas y que tiendo en fijarme en el off-hollywood.
[1] Quizás esta vez pueda ser fuerte / Pero ya que sé quién soy / Probablemente esté equivocado / Quizás esta vez pueda llegar lejos / Pero pensando en dónde he estado / No me está ayudando a comenzar.