Pues la noche es oscura y alberga spoilers

¿Qué nos pasa a nosotros con las series españolas?

¿Qué les pasa a las series españolas? ¿Qué nos pasa con ellas?

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Para hablar de la primera serie de televisión Made in Spain, tenemos que retroceder a febrero de 1957, con el estreno de Los Tele-Rodríguez, una sitcom, chapada a la antigua, que reflejaba la reacción familiar ante la llegada del televisor al hogar. Todo un éxito, sin duda, recordemos, que hasta finales de los 80, Televisión Española, ostentaba el monopolio televisivo.
Después de 1975, y no sé muy bien por qué será… aparecen nuevas ficciones como Curro Jiménez, el dandy del momento. Obviamente no existen datos de la audiencia, pero creo que todos tenemos constancia de cómo se paraban las familias para su visionado y cómo brindaban ante los gritos de libertad. ¡Qué curioso! La ficción, se hacía realidad, España se convertía en Los Tele-Rodríguez.

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Supongo que los mayores me reprocharían que no citara a Cañas y Barro, líos entre arrozales, de Blasco Ibáñez.
El boom, pero, llegó en los ochenta. Anillos de Oro, fue todo un éxito, también. Se ponían en pantalla temas tan tabuizados como el divorcio o la homosexualidad. Una mujer abogada e Imanol Arias. ¡Ojo! Clientes episódicos. Casos curiosos. Podríamos pensar en una ficción norteamericana, sino fuera por Doña Trini, demasiado castiza.
Se tenían buenas ideas, ¿no? No había competencia y, aun así, se seguía innovando.

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Le siguió Turno de Oficio, que después de haber visto The Night Of, podría pensar que Echanove, era el Turturro del momento.
Le llegada a los 90, a Antena 3 le vino genial. Farmacia de Guardia. ¿Quién no se acuerda de Concha Cuetos, la farmacéutica Lourdes, y su desastre de marido Adolfo, interpretado por un grandioso Larrañaga? ¿Y el desastre de niños que tenían? Kike, el estudioso, el mayor, el “resuelvamarrones” de Guille, el mini-Risketo. Y ya con datos, emitió el último capítulo en 1995, con 12.000.000 de espectadores de media. ¡Vaya!

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La competencia, aprovechó el tirón, y ese mismo año estrenó Médico de Familia. Familia Martín y amigos. Serie de abreviaturas, sobrenombres y diminutivos: Chechu, el Poli, la Gertru, el Abuelo (Señor Manolo, para los que le queríamos), la Juani, Anita, Puleva. ¡Ah! No, esto último era la publicidad descubierta a la que nos acostumbró Telecinco. Costumbrismo en estado puro, bueno, al puro estilo español. Muy de los noventa. Y, de hecho, la idea triunfó tanto que el producto fue llevado a Alemania, Finlandia, Portugal o Bélgica.

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Tenían la franja de noche cubierta, así que en 1997 apareció Al Salir de Clase. De emisión diaria, después de comer. Siempre pensé que era un intento de Friends a la española. En este caso no había temporadas, sólo 1200 capítulos. Es difícil hablar de una serie eterna, que se alargó hasta el 2002 con un cambio de personajes casi completo. Gustó más o menos, pero dejó huella.
La competencia estaba servida, en el 1998, aparecía Compañeros.
Y aquí me quiero detener. En este país somos muy de “culo veo, culo quiero”. Las dos cadenas privadas ampliaban la oferta, sí, pero lo hacían a modo de pelea de gatas. El presupuesto de éstas era inigualable, la pionera televisión pública no podía competir y quedó relegada a seriales de siesta, y a alguna miniserie poco relevante.
Aunque sería injusto no pararse en Siete Vidas, con emisión desde 1999 a 2006, y sí, esta vez, la primera sitcom como tal, hecha en España. Toni Cantó, Paz Vega, Javier Cámara, Blanca Portillo y la gran Amparo Baró. Era la estrella de los domingos por la noche.

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Pepe se convirtió en El Comisario durante diez años. Y es que parece que el género policíaco en España gusta, Policías, en el corazón de la calle, Los hombres de Paco, Unidad Central Operativa, y seguro que otro largo etcétera.
Las temporadas se hacían cada vez más largas. Hospital Central, las historias de Vilches, alcanzó las doce temporadas. No sé si como homenaje a las Urgencias de Clooney, o porque el producto funcionaba y así no era necesario pensar más.
¡Ojo! Cuéntame cómo pasó. Volvió Imanol Arias, de trabajador a presidente, o no fue exactamente así, pero el caso es que sigue existiendo la familia Alcántara aún en nuestros días, reflejo de la caspa española. Sí, en algunos momentos valió como retrato de tiempos algo olvidados. Hoy sigue funcionando, sin más.

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2003: Aquí no hay quien viva. 2017: La que se avecina. Mismo producto, distinto nombre, gritos y bizarradas. Puede que esto sí sea un reflejo de la mayor parte de la sociedad, nos guste o no.
Televisión Española parecía recuperar presupuesto, y ¡ah! Esas temáticas rocambolescas al más estilo Falcon Crest. Todo preparado para un espectador cotilla: a quién mató, por qué no llegó a tiempo, con quién se lio, quién era su madre, o a quién pertenecía la fortuna. Gran Reserva, Herederos, La Señora y, por qué no, Amar en huevos revueltos.
Sí, me he saltado Ana y los 7, pero la mención llevaría un post entero.
Las cadenas privadas volvían a pisar fuerte: Sin tetas no hay paraíso, El internado, El Barco, capítulos episódicos de escaparate. No, para nada estoy siendo neutral.
¡Madre mía! Los Serrano, ¡me olvidé de Los Serrano! Resines y su troupe. Pobre Antonio Molero, de Poli, a Fiti. En esta serie también hizo aparición Puleva, por suerte ya nos habían preparado el terreno. ¿Fran Perea? Guapo y talentoso, el ideal para abuelas, madres e hijas. Fue “trending topic”, sin duda, pero la bien cagaron con lo del sueño.
Centrémonos. Águila Roja no empezó mal, fantasía casi épica, aventuras de digestión fácil, muy familiares, la pública volvía a triunfar. Y aprovechó el filón para seguir con Isabel, y tantas historias de reyes como pudo. Siempre igual. ¿Te gusta el caldo? Tres tazas, o cuatro o cinco.
A las costuras no les fue mal, así que en Antena 3 optaron por costureros. Salvaría a Tito Valverde, que creo murió en el primer capítulo y a Miguel Angel Silvestre, al que cruzar el charco le vino bastante bien.

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No podría acabar sin hablar del Ministerio del Tiempo, una buena serie, sin duda. Han sabido dotarla de un buen equipo delante y detrás de las cámaras. Han apostado por el 360, la realidad aumentada, y aventuras a las que nos tenían acostumbrados las superproducciones de más allá del muro.

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Seguro faltan muchas series por descuido, otras tantas, muy adrede. Creo que no se hizo tan mal, o por lo menos se supo satisfacer la necesidad hasta un determinado momento. La mayoría de nuestros padres siguen siendo fieles seguidores de estas series, y me gustaría pensar que no es por falta de criterio. ¿Han llegado tarde? Depende. Considero que no todas las cadenas dan la guerra por perdida, sin duda. De hecho, creo que la televisión pública es la que mejor se ha acomodado a la situación, sigue manteniendo a sus fieles espectadores de culebrón, al tiempo que abre nuevas puertas. En contra de las privadas, diré que tienen claro de dónde les viene el dinero, y no es precisamente de este sector. Ya están salvados.

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