Pues la noche es oscura y alberga spoilers

The Handmaid’s Tale. Review 3×04: God Bless the Child

Huir no es una opción viable. La única vía de escape es una buena revolución.

 

La serie mejor fotografiada de la televisión (y con una banda sonora a la par), ‘El cuento de la criada‘, vuelve con el invariable objetivo de ir hacia delante sin tomar rehenes en el camino. Muchos criticaron el final de la temporada anterior al no entender que June (Elisabeth Moss) no fuera capaz de aprovechar la ansiada oportunidad de escapar junto a Emily (Alexis Bledel) y su hija recién nacida. Pero no podía hacerlo, dejar todo atrás no es un mensaje válido. June tiene que rescatar a su otra hija, Hannah, y quedarse en Gilead (un lugar más pequeño de lo que llegamos a imaginar) para combatir. Y no será la única. Tras el largo historial de vejaciones y humillaciones, los cuatro episodios dejan claro que las mujeres se rebelarán contra el sistema misógino establecido.

Si bien es cierto que nuestra heroína ha sido apresada y obligada a permanecer en el hogar del ambiguo Comandante Lawrence (Bradley Whitford), la historia no se repetirá. A lo largo de los tres primeros capítulos hemos visto cómo funciona la Resistencia, la labor oculta de las Marthas, Serena (Yvonne Strahovski) está más alejada que nunca del terrible patriarcado circundante (que hasta le hizo perder un dedo) y la casa de los Waterford sucumbió a las llamas, metáfora de la revolución que está a punto de eclosionar. Uno de los monólogos de la protagonista es toda una declaración de intenciones:

“Tú querías una cultura de mujeres. Pues ya la tenemos. No es la que tú decías, pero existe. Y esto es lo que hacemos. Los vigilamos, a los hombres. Los estudiamos. Los alimentamos. Los complacemos. Podemos hacer que se sientan fuertes o débiles. Así de bien los conocemos. Sabemos cuáles son sus peores pesadillas, y con un poco de práctica, en eso nos convertiremos: en pesadillas. Un día, cuando estemos listas, iremos a por vosotros. Esperad y veréis”.

Así llegamos al episodio número 4, cuyo título hace referencia a una icónica canción de Billie Holliday. Al principio del mismo, observamos cómo todas las mujeres, con sus uniformes de color (las esposas de azul, las Marthas de verde, las criadas de rojo y los hombres de negro), desfilan en línea recta hacia la Iglesia para celebrar lo que llaman la Consagración y agradecer el suculento número de niños que han nacido últimamente.

En ese instante, en el que las criadas prestan atención a los hijos que les han sido arrebatados, retomamos la costumbre de visionar un flashback: June rememora el bautizo de su hija Hannah. «No hace falta que la bauticen una panda de pederastas que van de santurrones”, le decía su madre; pero Luke (O.T. Fagbenle) creía en su relevancia: «por si acaso», llega a expresar. La idea de la religión como escudo para protegerse de los males que pueden acaecer. Irónicamente, esos males son las propias creencias y el mal uso de ellas; tal y como vemos al finalizar el recuerdo, al ser testigos de la vergonzosa imagen de segregación e imposición que se da en el interior del templo.

Más tarde asistimos al hogar de los Putnam, donde continúa la jornada festiva. En esa misma casa, una June empoderada sirve de consejera matrimonial entre Fred (Joseph Fiennes) y Serena, con la que ya posee una unión espiritual notable. Un vínculo que se materializa en la escena de la piscina, donde ambas fuman y el rostro de seguridad de la doncella al encender su cigarrillo confirma que ya no es la víctima de antaño.

Parece que el mar se mantendrá en esa especie de calma aparente durante los minutos restantes del episodio. Todo termina de forma abrupta cuando Janine (Madeline Brewer) se acerca a los Putnam y pide sostener al bebé, fruto de su vientre. Tras un breve rechazo inicial por parte del hombre, la mujer le deja tenerlo un instante en sus brazos. Al devolverlo, Janine implora con desesperación poder quedarse en su casa para estar cerca de su hijo, prometiendo engendrar muchos más. Tía Lydia (Ann Dowd) se acerca a ella y la apalea hasta perder la noción de lo que está haciendo. June se interpone entre ambas, protegiendo el cuerpo magullado de Janine. La atacante termina por abandonar el salón, avergonzada y siendo presa de las miradas de rechazo por parte de los invitados.

Por otro lado, en ese idílico Canadá que parece sacado de los documentales de Michael Moore, el reencuentro de Emily con su familia no es tan emocionante como podría esperarse en un principio. Han pasado años desde la última vez que se vieron y ahora parecen extraños. Poco a poco se van acercando gracias a su hijo, que jamás la olvidó y que incluso la retrató como una superheroína que lucha por volver a casa.

Al terminar la fiesta, y antes de salir de la recepción, llega un guardia preguntando por los Waterford. Les muestra un vídeo de una manifestación y solicitan a June que se acerque. Le piden que reconozca a las personas que aparecen en el mismo. Es Luke con Nichole en sus brazos. ¡Emily cumplió su misión y la niña está a salvo! Al abandonar el lugar, no puede evitar sonreír.

A pocos meses de la publicación oficial de la segunda parte de la obra maestra literaria de Margaret Atwood (el título es ‘The Testaments’), esta tercera tanda de episodios apuesta por (r)evolucionar y mantener el alto nivel de una propuesta audiovisual que ya es historia por derecho propio y que en el futuro será un indiscutible testamento alegórico de la era Trump, en particular, y del temido auge de la ultraderecha en la política mundial, en general. Una distopía que esperemos ser lo suficientemente inteligentes como para poder seguir llamándola ficción y no posible realidad. Dios nos coja confesados.

 

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2 comentarios

  1. Me está encantando esta tercera temporada. Más feminista que nunca. Esa Dejoseph (antes Defred) y Serena, unidas por un destino que jamás las separará. Simplemente genial. Deseando ver el siguiente capítulo. Y, por supuesto, Norberto, leer tu review. 😉

  2. ¡Muchas gracias, M. Ángeles! Espero poder leer más comentarios tuyos en las próximas entregas,